Más que una tristeza profunda con una vaga naturaleza, taedium vital, o un estado patológico caracterizado por una depresión moral y física profunda, el carácter melancólico es un síndrome productivo capaz de producir un momento de profunda perspicacia, de intuición reveladora. La contemplación ética es lo que marca la mirada del melancólico, una vista aguda que penetra con sagacidad en el entendimiento.

La especulación filosófica alrededor de este peculiar estado es un fenómeno milenario. Aristóteles y Santo Tomás de Aquino situaban a la melancolía en la misma parte del alma donde se encontraban la imaginación y la memoria. Esta melancolía no es una tristeza helada, inerte, sino un temperamento cálido, fumoso , inspirado e intelectual. Esta corriente cálida de la melancolía es lo que aleja a este carácter del simple ensimismamiento. Más que una separación del mundo real, este tipo de subjetividad se conecta con él. (Frances A. Yates, The Art of Memory, pp.78-83). [+]